martes, enero 24, 2006

Domando a la Bestia 2 (El Absurdo Escape de la Desesperación)


Más o menos cuarenta centímetros separaban a Raúl de la pared. Una pared convencional de una casa cualquiera que como muchas es testigo de un momento de desesperación de un ser que parece estar metido en una caja negra, sin salidas, que busca llegar a momentos de luz, pues las tinieblas le hacen sentir como un monstruo al que la falta de luz le ha atacado con fuerza y provocado la adaptación de su cuerpo.

Una vez más, un momento de desesperación atacaba a Raúl y cada vez que cerraba sus ojos, sólo veía oscuridad, puertas cerradas con ventanas pequeñas. Se veía a sí mismo como un ser transformado por la ira incontrolada, con extremidades poco conocibles por la tranquilidad y la cotidianidad de una vida de civismo y decencia. Encerrado en las tinieblas un poco de consciencia quedaba en sus pensamientos y seguía preguntándose por la manera adecuada de salir de las tinieblas ¿Acaso la paciencia? ¿Acaso la espera de un juez que apagara su condena? ¿Acaso respirar profundo y esperar que la sangre baje de la cabeza? ¿Acaso un libro de instrucciones llamado “como entender la desesperación”?

Pasan más minutos y la respiración agitada y los gritos ahogados se convierten en los únicos sonidos existentes. La pared aparece como testigo y como solución. Hay erupción y con una velocidad suficiente la cabeza de Raúl escapa de la desesperación tratando de romper la pared de enfrente, la caja negra se tambalea y las manos de la indignación y la empatía, con algunos ingredientes de culpa, acogen a Raúl y lo dejan sumergido en un largo letargo cuyo único sonido es siempre una pregunta ¿Por qué y cómo es que fui capaz? La injustificada acción pasa de ser un acto de escape a una demostración infantil de tratar de recuperar el control con la única consecuencia de la autocompasión inútil y un escandaloso hilo de sangre bajando por la frente de un hombre que una vez más se asemeja a una bestia, cambiando cada vez más en aquello que desconoce y que la mayoría de las veces odia. Entre la animalidad y el capricho nace una bestia nueva que tiene que ser encerrada para no perturbar el habitad de la tranquilidad.

Y Yanira sólo observa atónita preguntándose sí tiene que pedir perdón o no por lo que acaba de ver.