martes, febrero 21, 2006

El oxígeno sabe a culpa y a nostalgia


Doce movimientos de inhalación y exhalación por minuto. Ese es el ritmo con el que el sueño se intercala con la vigilia y las voces del afuera se confunden con las del adentro creando un estado en el que sólo el recurso a la memoria le da sentido a una existencia limitada a un tanque de 12 regalos de vida por minuto.

Los recuerdos se acumulan y parecen archivarse en la línea del tiempo; preguntando, contestando preguntas por medio de la introspección, aliviando, escondiendo y, sobre todo, recriminando, insertando el tono del arrepentimiento y pidiendo cuentas a un cuerpo que, en este momento, sólo sirve para pedir perdón y ofrecer disculpas.

El narcisismo de Luis nunca se sentó a preguntarse por las consecuencias de sus actos en su consciencia y en los demás. Y, ahora, que depende de las decisiones de aquellos a los que a dañado con algunas de sus acciones, quienes tienen el poder de dictar la sentencia de su desconexión o del prolongamiento de su existencia a 12 revoluciones por minuto.

Fernanda entra a su cuarto todas las noches y alivia la culpa con recuerdos hermosos de vida juntos, de todas aquellas cosas buenas que se han logrado en estos años que han pasado.

- No te sientas intranquilo, - le dice Fernanda casi como si estuviese despidiéndose - estoy bien y mi recuerdo de ti siempre será un motivo para seguir adelante, así tenga que recordarte 12 veces cada minuto -.

miércoles, febrero 08, 2006

Juegos Rotos

Su amigo más cercano, un balón de fútbol, yace agonizante junto con el camión de juguete que, acostado de medio lado, se pregunta por qué Nicolás, con tan sólo cinco años, los tiene tan olvidados.

Todas las noches Nicolás llegaba a su cuarto directamente a la cama, sin decir palabra. Su llanto se acomodaba debajo de las cobijas como si no quisiese ser escuchado. Los sollozos iban cesando a medida que el sueño aparecía al rescate de la tristeza ante la vigilia.

Un día, la culpa le dio un regalo a Nicolás: un osito de peluche que, todas las noches, se convertiría en el receptáculo de sus más oscuros secretos. Cada noche, Nicolás le decía al oído a su nuevo amigo:

- Hoy fue peor que las veces anteriores, el tiene mucha fuerza y, por más que se lo pida, no se detiene. No lo entiendo, nunca me deja tranquilo y no se da cuenta de que tengo que hacer cosas que duelen y que no me gustan. Mi momento preferido es acá, en la cama contigo, pues espero impaciente que el sueño me venza para poder soñar que soy como los demás niños -.