sábado, diciembre 31, 2005

Asesino de fin de año


Son las 11:55 de la noche de un 31 de diciembre. La luz de la luna se cuela a sus anchas por la ventana de una pieza alquilada específicamente para tener la vista hacia el departamento del frente. En la pieza solo hay dos sillas de plástico, una mesa improvisada con una caja de frutas, una botella de güisqui barato a la mitad y la figura de un hombre con una ética distinta que intenta hacer su trabajo de la mejor manera posible.

11:56. Un arma para estrenar, una escopeta recién escogida para un trabajo especial. Un hombre con rasgos bruscos y siempre con sus ojos escondidos detrás de unas gafas para el sol, limpia el artefacto asesino con cuidado y empeño. Hace su trabajo con pasión, así como el que ama lo que hace. No se detiene a pensar en nada, sólo sigue los mismos pasos que ha seguido por años, con tranquilidad.

11: 57. En el departamento de en frente una niña de unos ocho años ayuda a su mamá con los preparativos de la cena: un pavo, algunos pasabolas típicos de la región y un mantel hecho a la medida para esa mesa de tres que despedirá el año con una oración de gracias y una cena en Familia.

11:58. El timbre suena, la puerta se abre y la voz de la pequeña grita con la alegría de ver a esa persona luego de varios meses de ausencia

- ¡Papá, papá! – corre y salta hacia él – ya era hora de que llegaras – replica con un gesto de rabia y ternura combinadas.

El hombre la alza y la abraza cerrando los ojos y sintiendo ese pequeño cuerpecito que le recuerda lo que vale el sacrificio de esos cuantos meses de ausencia. La mujer hace lo propio: lo besa y lo abraza mirándolo con un poco de recriminación pero sin dejar poder esconder la felicidad que le daba verlo de nuevo.

11:59. El cuarto empezó a tornarse frío y la gruesa gabardina de dril por primera vez pareció débil. Una escena como la que este sombrío personaje estaba viendo en frente, normalmente no lo conmovería pero, algo extraño pasaba en el ambiente, de pronto sus ojos ya no estaban tan concentrados, sus manos no estaban tan firmes y el rifle nuevo se sentía extraño. El hombre al que debía matar, pasaba esos meses de ausencia haciendo negocios sucios, extorsionando mujeres aprovechando sus atributos físicos, estafando a grandes comerciantes y, este fin de año, se metió con la persona equivocada: un político corrupto con un pasado oscuro y violento, el jefe de este asesino a sueldo que hacía justicia social por fuera de la ley.

12:00. Por primera vez, en contra de su voluntad, el ajusticiador a sueldo, disparó esa arma. La bala salió al mismo tiempo que una lágrima que dolía bastante, pues pareciera que el frío de la misma, bajando por la mejilla, rompiera contra el calor de la emocionalidad necesaria para disparar contra un hombre directamente al corazón.

Los gritos de la niña y la mujer hicieron eco y poco tiempo pasó para que las sirenas las acompañaran. Para entonces, el tosco hombre caminaba sobre una acera mirando para abajo inundado en llanto silencioso.

A veces, cuando una etapa se acaba, sentimos la necesidad de matar muchas cosas malas y desagradables del pasado y de empezar con otras nuevas, de cambiar algunas actitudes y de otorgar nuevos tonos a aquello que hacemos todos los días.

QUERIDOS LECTORES. UN FELIZ AÑO DE PARTE DEL PINTOR DE PALRBRAS. Que maten todas esas cosas feas y que le otorguen nuevos tonos a eso que hacen todos los días.