sábado, diciembre 31, 2005

Asesino de fin de año


Son las 11:55 de la noche de un 31 de diciembre. La luz de la luna se cuela a sus anchas por la ventana de una pieza alquilada específicamente para tener la vista hacia el departamento del frente. En la pieza solo hay dos sillas de plástico, una mesa improvisada con una caja de frutas, una botella de güisqui barato a la mitad y la figura de un hombre con una ética distinta que intenta hacer su trabajo de la mejor manera posible.

11:56. Un arma para estrenar, una escopeta recién escogida para un trabajo especial. Un hombre con rasgos bruscos y siempre con sus ojos escondidos detrás de unas gafas para el sol, limpia el artefacto asesino con cuidado y empeño. Hace su trabajo con pasión, así como el que ama lo que hace. No se detiene a pensar en nada, sólo sigue los mismos pasos que ha seguido por años, con tranquilidad.

11: 57. En el departamento de en frente una niña de unos ocho años ayuda a su mamá con los preparativos de la cena: un pavo, algunos pasabolas típicos de la región y un mantel hecho a la medida para esa mesa de tres que despedirá el año con una oración de gracias y una cena en Familia.

11:58. El timbre suena, la puerta se abre y la voz de la pequeña grita con la alegría de ver a esa persona luego de varios meses de ausencia

- ¡Papá, papá! – corre y salta hacia él – ya era hora de que llegaras – replica con un gesto de rabia y ternura combinadas.

El hombre la alza y la abraza cerrando los ojos y sintiendo ese pequeño cuerpecito que le recuerda lo que vale el sacrificio de esos cuantos meses de ausencia. La mujer hace lo propio: lo besa y lo abraza mirándolo con un poco de recriminación pero sin dejar poder esconder la felicidad que le daba verlo de nuevo.

11:59. El cuarto empezó a tornarse frío y la gruesa gabardina de dril por primera vez pareció débil. Una escena como la que este sombrío personaje estaba viendo en frente, normalmente no lo conmovería pero, algo extraño pasaba en el ambiente, de pronto sus ojos ya no estaban tan concentrados, sus manos no estaban tan firmes y el rifle nuevo se sentía extraño. El hombre al que debía matar, pasaba esos meses de ausencia haciendo negocios sucios, extorsionando mujeres aprovechando sus atributos físicos, estafando a grandes comerciantes y, este fin de año, se metió con la persona equivocada: un político corrupto con un pasado oscuro y violento, el jefe de este asesino a sueldo que hacía justicia social por fuera de la ley.

12:00. Por primera vez, en contra de su voluntad, el ajusticiador a sueldo, disparó esa arma. La bala salió al mismo tiempo que una lágrima que dolía bastante, pues pareciera que el frío de la misma, bajando por la mejilla, rompiera contra el calor de la emocionalidad necesaria para disparar contra un hombre directamente al corazón.

Los gritos de la niña y la mujer hicieron eco y poco tiempo pasó para que las sirenas las acompañaran. Para entonces, el tosco hombre caminaba sobre una acera mirando para abajo inundado en llanto silencioso.

A veces, cuando una etapa se acaba, sentimos la necesidad de matar muchas cosas malas y desagradables del pasado y de empezar con otras nuevas, de cambiar algunas actitudes y de otorgar nuevos tonos a aquello que hacemos todos los días.

QUERIDOS LECTORES. UN FELIZ AÑO DE PARTE DEL PINTOR DE PALRBRAS. Que maten todas esas cosas feas y que le otorguen nuevos tonos a eso que hacen todos los días.



martes, noviembre 15, 2005

Hans: Un Ser de la Sublimación

Letra sobre letra, Hans es la expresión de un escritor deprimido. Éste lo construyó con una fuerte mirada que pareciera ser el producto de una dolorosa historia de vida ¿La misma del escritor?
¡No se sabe!

Construyó a Hans con una larga gabardina que cubriera los defectos provenientes de la inseguridad, una fuerte y hermosa cara que combatía la timidez y una autoimagen derrumbada; como un habitante de la oscuridad, sin temor alguno; como un hombre sin piernas tenebrosas ni brazos cruzados ¿Acaso el cuerpo del autor?
¡No se sabe!

El escritor dotó a Hans de un arma poderosísima, larga, fuerte y efectiva ¿Será que el escritor está desarmado?
¡No se sabe!

Hans tiene un nombre Alemán, tosco y seco, defendido ¿Cómo se llamaría el escritor?
¡No se sabe!

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* La sublimación es una forma de compensación o de satisfacción de una necesidad a través de un substitutivo: ya sea la escritura, el dibujo o creaciones teóricas. Es llevar el instinto a la producción intelectual o artística, incluso a la práctica de algunos deportes o a la ejecución de actividades varias. El individuo renuncia voluntaria y forzosamente (de manera inconsciente) a la satisfacción de tipo elemental y se compensa con una nueva forma.

martes, noviembre 08, 2005

Esa Mirada

Esa mirada que confía.
Esa mirada que pregunta.
Esa mirada que me insita a bajar la cabeza o a subir el pecho.
Esa mirada que no está ausente aunque no estén tus ojos presentes.
Esa mirada que sonríe.
Esa mirada que castiga mis descuidos.
Esa mirada que alaba mis aciertos.
Esa mirada que enseña.
Esa mirada que gatilla mis motivos, mis razones y mis instintos.
Esa mirada que calienta mis fríos y apaga mis bríos.
Esa mirada que me controla con sabiduría.

No siempre me ves pero siempre me miras, me sigues pero no me persigues.

Esa mirada me cohíbe, me excita y me estremece.
Esa mirada me pone de frente a la existencia en su máxima expresión: corporeidad, relación intermediara entre espectros y colores; sabores y resistencias.
Esa mirada me lleva hasta ti y me trae de vuelta sin separarme de ti.
Esa mirada congela el pasar del aire, del tiempo, del dolor, del pensamiento.

ESA MIRADA, TU MIRADA, ES LA REPRESENTACIÓN DE LA ETERNIDAD EN UN INSTANTE

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Para mi musa en nuestro día. ¡No me dejes de mirar nunca! Feliz día, Te amo.



miércoles, noviembre 02, 2005

Metamorfosis de disfraces


Era 31 de octubre de un año cualquiera. ¡Truco o travesura! Gritaban los niños afuera, pidiendo dulces a cuanto se haya acordado de comprar caramelos para complacer las demandas de feroces lobos, princesas de cuentos de hadas, marineros, superhéroes, animales de todas las selvas y desiertos del mundo y hasta personajes de la vida pública.
Otros niños más grandes se refugiaron en las discotecas, no pedían dulces pero endulzaban la noche con una, varias o muchas copas. ¿Habían visto una enfermera embriagada hasta la inconsciencia abrazada de Michael Jackson? ¿Acaso un sacerdote dándose un apasionado beso con una sexy empleada del servicio? Las combinaciones más extrañas rompen las barreras de la realidad dándole posibilidad a la fantasía.

Mientras, en una habitación de una casa cualquiera, sumergidos en el silencio él le pregunta a ella:

- ¿Truco o travesura? -.

Ella simplemente sonríe, disfrazándose de enamorada y le indica que él decidirá. Él, entonces, se quita el disfraz de cotidianidad y sin recurrir a telas brillantes, lentejuelas o curiosidades de modistas, se disfraza de un mimo desnudo, sus palabras se convierten en gestos y con cosquillas le quita el disfraz de la costumbre a ella; ya no es más la mujer trabajadora de todos los días, sino que queda disfrazada de Eva antes del pecado: sin vergüenza por su desnudez.

El mimo y Eva poco a poco pasan a disfrazarse de pasión, no hay música como en las grandes fiestas, pero el ritmo de la respiración marca el tempo de cada momento. El desfile de los disfraces comienza: él pasa de tímido primerizo a experto amante, pero sin antes dejar de disfrazarse de fiera o de bebé consentido; ella dejó su disfraz de virginal Eva y se vistió de juegos pirotécnicos, de muchos colores y sentimientos. La música de la respiración se tornó más rápida, ahora, juntos se disfrazaron de sublimidad y de temporalidad congelada. Entre trucos y travesuras pasó así la noche de Halloween y fue entonces cuando se disfrazaron de bellos durmientes esperando por el beso del amado a la mañana siguiente.

miércoles, octubre 26, 2005

¡Me bebí un Streaptease!

Wilson, un joven moreno, vestido con un chaleco de paño verde gastado y barato, como cualquier mesero, extendió su brazo.

- Don Fernando - Me dijo –. Acá está su favorito, un martini seis, como usted le llama.

Sonreí, le di las gracias y me senté acompañado de ese trago que ahoga, cada noche, el agobio de las voces de la rutina y el tráfico taponado de carros, pasiones y razones.

Al primer Sorbo, un saxo desafinado empezó a entonar un tango que se las arreglaba para llegar a mis oídos cansados, evitando los cantos estridentes de los borrachos y los pedidos del ingrediente etílico que empezaban con un grito imperativo de algún borracho llamando a Wilson.

Al segundo sorbo el anfitrión vocifera por un micrófono mal calibrado:

- ¡Señores, suelten sus copas y alisten sus palmas para recibir a Stefany! – alargando el final del nombre hasta que la respiración resistió, el robusto anfitrión le roba el estilo a los comentaristas deportivos al cantar un gol.

Un tercer sorbo anuncia la llegada de Stefany y la copa que distorsionaba mi vista, hacía las veces de telón a medida que la quitaba de mi cara al terminar el sorbo, dejándome ver a una mujer atlética vestida con un enterizo de cuero azul y naranja, pegado al cuerpo, recordando a las villanas de las tiras cómicas.

El hombre del saxo empezó a imitar, sin mucho éxito, un Jazz afro americano de los años sesenta del siglo que acaba de pasar. Por su parte, Stefany se ayudaba con un cilindro de acero que llegaba hasta el techo naciendo del piso de la tarima. El baile convirtió al cilindro en un brillante bailarín de plata que la sostenía en el aire como en las mejores piezas del ballet.

El cuarto sorbo fue el preludio de la piel expuesta. Seguí con mi mirada las uñas rojo carmesí que halaban lentamente el cierre poco a poco hasta unos centímetros más abajo del ombligo; un óvalo vertical perfecto y seductor. Brazos y piernas se liberan con gracia del cuero.

El hombre de la batería inició una percusión caribeña y más acelerada.

- ¡Eso! – gritaron los borrachos y chocaron copas al ver los hombros de Stefany que se sacudían con el sabor del trópico de donde era oriunda.

Calculé dos sorbos más para acabar mi trago y salir. Tomé el quinto, Stefany lo acompañó y se desabrochó el sostén dejando al aire sus redondos y perfectos pechos que, automáticamente, robaron silbidos y comentarios de fuertes tonos de los embriagados.

De pronto los ojos miel de la exótica bailarina, que se podían adivinar a través de esos rizos negros que caían sobre su cara por acción del baile, se clavaron en mi copa con una mirada sensual que levantaba las cejas invitándome a tomar ese último sorbo para desnudarla. Me dio la espalda con una risita pícara y me hizo esperar un poco más para decidir tomar ese último sorbo.

Un sostenido en mí bemol del saxofón y el eco del platillo que marcaba el final de la intervención de la batería, fueron la banda sonora de mi brazo estirado, brindando por el intercambio inminente de un sorbo de mi martini seis por una pequeña prenda que inauguraba el erotismo de mis ojos. ¡Qué final, el mejor martini que me he tomado en mi vida!

Stefany me sopló un beso y se dio la vuelta tras la típica cortina roja que separaba al público de lo verdaderamente íntimo en esa mujer.

Me puse de pie, caminé hacia la barra y le extendí el brazo a Wilson con un billete grande:

- Guarda el cambio – Le dije guiñado el ojo –. luego tú invitas.

El joven se río educadamente y me dio las gracias.

Salí del bar y el frío me pegó en el cuello, subí la solapa de mi gabardina para cubrirme un poco y paré un taxi que poco a poco me alejó del recuerdo de un buen trago antes de dormir.

- ¿Mucho traguito patrón? – me dijo el taxista, tal vez notando mis ojos distraídos.

Recosté mi cabeza en el espaldar del asiento, sonreí y le dije:

- No mucho, ¡sólo me bebí un streaeptease!

sábado, octubre 15, 2005

Vendedor de Visitas (Segundo Acto de Paranonía y Pinceles)


Muchos se preguntaron por el paradero de Arnulfo luego de conocer su suerte y la de su madre. Otros, aquellos que compraban retratos de lugares visitados, tuvieron noticia de Arnulfo pero sin conocer su pasado. Sí, Arnulfo desde hace 15 años, se había dedicado a darle vueltas a lo que él conocía como mundo: algunos sitios turísticos, una que otra casa de caridad y las calles conocidas de esa cuidad que contiene su memoria en las paredes. Ahora, en agradecimiento con esta cuidad que le había servido de lienzo, este huérfano artista decidió retratar cada lugar que visitaba y vendía los retratos al mejor postor: un turista maravillado con algún sitio histórico de la cuidad o uno que otro pintor aficionado que quedaba encantado con el talento de Arnulfo. Se había convertido en un vendedor de visitas.

Un par de tenis de lona descastados, unos pantalones cortos y un saco de lana con las mangas descubiertas eran su atuendo diario.

Pareciera que nuestro amigo llevara una vida tranquila, pero en las noches la historia era distinta. Una vez cerraba los ojos, la imagen de Indiana tosiendo, luchando por respirar con bocanas de aire gigantescas que apenas le dejaban seguir con vida, aparecía ante sus ojos. En ocasiones, la imaginaba gritándole y regañándole por no hacer uso adecuado de los crayones. Es cierto, la culpa mataba a Arnulfo todas las noches, con pesadillas, sudor en la frente y con juez producto de sus fuertes alucinaciones que había empezado a tener hace algunos meses. Este juez, todas las noches le ponía duras pruebas:

- Muchacho – le decía una voz ecoica que parecía del más allá pero que sonaba en el más acá, de tono grave y ajusticiador – tus pasos serán pesados, y tus manos y brazos tendrán que fortalecerse. Por esa razón, estarás condenado a pintar con esos brazos de acero forjado en las llamas de tu culpa por que tus brazos no alcanzaron a salvar a tu madre.

- ¡Yo hice lo que pude! - Arnulfo rompió en llanto – cuando el cambuche cayó hice lo posible para ayudarla, pero ella tocía y tocía y sus pecho silbaba con fuerza; yo busque la frazada para abrigarla – tartamudeó un poco, se secó las lágrimas con sus guantes blancos que siempre estaban exageradamente limpios – pero todo fue inútil, todo fue inútil. ¡Todo fue inútil! – terminó con un estruendoso grito empuñando sus pinceles, como si fuesen espadas que quisieran callar la culpa.

- El dolor es tu condena muchacho, – le respondió con fuerza el representante de la culpa poniéndole el dedo amenazadoramente en el pecho y enterrándolo como si quisiera llegar a su corazón - no tienes el derecho de hacerte de amor o de amistad, porque no fuiste capaz de responder a los cuidados quien te quisó. Por eso, estarás condenado también a la soledad y no podrás más que hacer que tus pinturas muevan las fibras de quién las vea.

El llanto de Arnulfo se tornó agudo y penetrante, tanto que un veterano de guerra le escuchó y le acompañó consolándolo. Pero Arnulfo, que sentía sus brazos pesados y su cabeza caliente le respondió con fuerza que se marchará, que él nada podía hacer y le empujó haciendo que su boina cayera al suelo.

- Quédatela – le dijo el anciano levantándose y sacudiéndose el polvo – de todas formas ya estaba vieja y parecía reclamar otro dueño.
Mientras se alejaba ese hombre, Arnulfo suspiró, se secó las lágrimas y le dijo:

- No, espera – estiró el brazo con el retrato de la calle en la que estaban - llévate esto. Que sea el recuerdo de tu visita.

El hombre sonrió tímidamente con un pequeño gruñido de aprobación y sin decir nada, caminó unos cuantos pasos y empezó a llorar tímidamente, tres lágrimas se escurrieron, pero su machismo no las dejó correr más que unos centímetros por sus mejillas.
-Después de todo, mi nieto es un buen hombre -. Pensó.

Pasaron algunos años y el misterioso veterano murió con la felicidad de encontrar a su nieto, pero antes, le dejó una carta a Arnulfo que decía:

En pocos días, un hogar te recibirá con manos abiertas y serás protegido de toda culpa. Indiana te cuida con mi presencia.

Arnulfo nunca supo que el veterano era ese abuelo que no lo había querido reconocer. La intrigante conexión con Indiana y el anciano, más el miedo por las acciones del justiciero le hicieron aceptar la propuesta, pues el recuerdo de la frase “estás condenado a la soledad” parecían ser la demostración de que el justiciero estaba cumpliendo su promesa.

Se internó entonces, por su propia voluntad, en un hospital psiquiátrico en dónde lo esperaban recomendado por el teniente Arnulfo López. El gesto de la pintura había convencido al arrepentido abuelo de resarcir la indiferencia frente al nacimiento del vendedor de visitas.

A la larga, los pinceles terminaron siendo sus amigos, y sus dibujos y pinturas, parecían cambiar las cosas en el afuera.

miércoles, octubre 05, 2005

La leyenda del renacimiento de Hihán


El equilibrio de energías, esperanzas, posibilidades y proyecciones a futuro se ha perturbado en la vida de Hihán. Su armadura le pesaba lo suficiente como para que la pereza agobiara sus pasos, sus motivos, sus fuerzas, sus movidas con su punzante y delgada espada. Tenía todo lo necesario: una armadura muy fuerte, una espada poderosísima, forjada por los mejores herreros y poseedora de las historias más bravías de éxito estratégico y militar. Era la legendaria espada de las batallas que liberaron su dinastía de la opresión de los emperadores corruptos. Pero aún así, su espíritu estaba enfermo.

Esa legendaria espada, Hihán la había heredado de su protector, Pharean, quien lo encontró hace poco más de una década abandonado en una carroza campesina llena de paja a pleno rayo del sol. Pharean vio en él la oportunidad de hacer que sus mejores habilidades y conocimientos acerca de la vida encontraran el camino que su infertilidad le había negado. A Pharean no le importaba la proveniencia del misterioso niño a quien más adelante, en honor a su padre, le llamó Hihán; lo único que le interesaba era que, ahora, la vida le había ofrecido la oportunidad de hacer que su sabiduría y toda la herencia cultural de su dinastía no muriera con él, pues la enfermedad ya era amiga de su cuerpo y sus brazos y piernas, habían perdido un ritmo que el viento envidiaba.

Hihán, portador de una herencia incalculable en términos políticos, culturales, mágicos y militares, fue educado a desvelos por Pharean; recibió instrucción en estrategia militar, en las reglas éticas basadas en la sabiduría de la naturaleza y el curso del Tao, en las artes de la persuasión, el camuflaje y, claro, en el manejo de la armadura y la espada, la legendaria espada de su abuelo adoptivo Hihán, que merecía un portador experto no sólo física, sino emocionalmente.

A pesar de la excelsa educación de Hihán, su momento espiritual estaba totalmente desequilibrado, sus fuerzas estaban en el mismo nivel que su enfermo padre antes de morir. Pero Hihán no estaba enfermo, simplemente había descuidado su disciplina, pues ahora que es el miembro mayor de su dinastía, dejo de entrenar y meditar y una gran responsabilidad empezó a demostrar que, en ocasiones, no es la mejor compañía para la juventud.

El momento espiritual de Hihán empezó a sumergirlo en una pasividad perjudicial para él y su dinastía. Ante el señalamiento imponente de algunos de los sabios viejos de la comunidad, Hihán empezó a regalarle culpas a la monotonía y a la ignorancia de no conocer la razón de sus afecciones. Muchos se daban cuenta de que Hihán no estaba obrando con maldad o despreocupación, pero su espíritu estaba ensimismado en una paz ficticia.

Una mañana, después de levantarse a causa de fuertes pesadillas sobre la muerte de su padre, del agua del antejardín de su mansión, empezó a surgir la figura de Pharean:

-hijo- dijo con una voz ecoica que le daba un aspecto angelical y tenebroso al mismo tiempo - tu muerte se ha hecho necesaria ¡Muere hijo, muere!-

Los ojos abiertos de Hihán, que estaban acompañados de sus pobladas cejas arqueadas y levantadas, no fueron una reacción extraña, no ante la aparición de su padre adoptivo, y sí por la extraña petición que le hizo. Sin pensarlo dos veces, tomó la legendaria espada de su abuelo y llevo a cabo el Sepukku una técnica samurai de suicidio espiritual que consistía en un corte horizontal en el vientre que tenía como resultado la exposición de las vísceras y aseguraba una dolorosa y lenta muerte.

Sus ojos se cerraron después de un largo lapso, aún para el que no estuviese herido. El tiempo pareció mezclarse con el espacio, su cuerpo empezó a alivianarse, la armadura le persiguió y se posó sobre su cuerpo ahora más fuerte, su espíritu de nuevo se encontraba en equilibrio perfecto con la naturaleza que llenaba su ser y la legendaria espada de Hihán se pegó a sus manos como una extremidad más.

Tan extraño fue el renacimiento de Hihán como la aparición Pharean. Todo ocurrió así, efectivamente y fue sólo la decisión de Hihán de no dudar en su necesidad de morir la que forjó la base para su renacer.

jueves, septiembre 29, 2005

PARANOIA Y CRAYONES (Primer acto de Paranoia y Pinceles)


Indiana era el nombre de una mujer que creció en el ambiente menos tranquilo: en las calles. Vagaba de un lado para otro por la geografía citadina. Sin embargo, sus travesías siempre eran acompañadas por un pequeño personaje de un metro veinte de estatura y ocho años de edad llamado Arnulfo, como su abuelo materno a quien no conoce y, por las circunstancias en las que nació, tal vez nunca lo conocerá.

Arnulfo e Indiana llegaban a su modesta morada todas las noches luego de una larga jornada gritando:

¡CRAYONES, CRAYONES DE TODOS LOS COLORES!

Mientras Indiana recuperaba su voz con algunos sorbos de agualluvia recogida de las hojas de una palmera enana que creció al lado de su cambuche, Arnulfo guardaba en una bolsa de plástico aquellos crayones que no se vendían porque se quebraban. Esos crayones eran sus más fieles compañeros, pues le ayudaron a dejar toda su vida en las paredes de la ciudad a través de sus dibujos que siempre firmaba con una "A" en la parte de arriba.
Cierta noche, con muy pocas nubes y una imponente luna, las latas del cambuche fueron abolladas por tres fuertes puñetazos acompañados de un fuerte grito que reclamaba la presencia de Indiana. Los golpes y los gritos no fueron advertidos por el pesado sueño de Indiana, pero el insomne artista sí los escuchó y abrió valientemente y engrosando su voz dijo:

Mi madre descansa ¿En qué le puedo ayudar?

Arnulfo nunca olvidaba la advertencia que su madre le hacía:

Hijo, nunca le abras a nadie desconocido, pues tengo muchos enemigos y muchos de ellos son amigos del mal

Por eso, esta vez abrió, pues el ruidoso visitante era el dueño de los crayones que Indiana vendía. El tosco hombre, que siempre usaba una chaqueta roja de mangas verdes, no acostumbraba a ir a casa de Indiana, pero el remedo de capitalista poderoso había oído que Indiana no dejaba las utilidades suficientes con la venta de los crayones.

Si, Arnulfo conocía la advertencia de su madre, pero su edad no le daba mucho para entender que, a veces, los conocidos también caben en la categoría de enemigos y más aún cuando hay dinero involucrado.

Despierta a Indiana pequeño, es urgente.

Dijo el tosco hombre con voz penetrante. Mientras, el niño, obediente, corrió los cuatro pasos que hacen falta en la pequeña casa para llegar a su madre:

¡Mamá, mamá! Don Isaías llegó. Quiere hablar contigo.

¿Lo dejaste pasar, hijo?

Le reclamó Indiana con ternura al mismo tiempo que se desperezaba y trataba de organizar su desaliñado cabello. Se levantó y se encontró con la tosca humanidad de Isaías cuya mirada se traducía en un reclamo:

¿Qué pasa Indiana? Tus números no me convencen

Acto seguido se dio cuenta de que el pequeño Arnulfo estaba dibujando con los crayones en un pedazo de papel periódico que prestaba sus letras para el lienzo de un incipiente pintor. El hombre estalló cual esposo borracho y sacudió a la mujer rompiendo la improvisada pared del cambuche. El delgado cuerpo de Indiana quedó a merced de la lluvia que minutos antes había empezado a caer. La lluvia se confabuló con el frío y los débiles pulmones de Indiana, que guardaban una fuerte historia de pulmonías y neumonías, empezaron a desprender una tos alarmante que obligó al pequeño a sumergirse en el aguacero para socorrer a su madre.

Mientras, el desilusionado patrón se dejó llevar por la apariencia de haber sido robado y acabó con las otras tres paredes del cambuche y recogió la mercancía, corriendo hacia su Ford del año 49 para escapar de la lluvia.

Arnulfo no hallaba la manera de que la lluvia no siguiera robándole respiros a su madre. Levantó los restos de su hogar y buscó ese edredón que los arropaba a los dos todas las noches... Indiana dejó de toser, de respirar, no dijo ninguna palabra. Arnulfo gritó y lloró:

¿Donde está mi madre ahora? ¿Y donde demonios están mis crayones?
Y los crayones, a la final, resultaron ser también sus enemigos.

sábado, septiembre 17, 2005

Escape Boceteado

No siempre el pintor fue el mejor: sus óleos se derretían, sus acuarelas se secaban y sus lápices y carboncillos manchaban, su caballete cojeaba y sus brochas y pinceles se despeinaban. No siempre el pintor fue inspirado: robaba las ideas de sus pares, entraba en eternos momentos de indecisión antes de hacer una pintura que había visto sólo en su memoria. No siempre el pintor fue sincero: a veces dejaba las obras incompletas, otras veces las hacía sólo por hacerlas y, en ocasiones, las borraba al primer trazo que lo retaba.

Cada vez que terminaba una de sus creaciones se acostaba a la cama enamorado de ellas, pensando “Vaya, esta vez sí que lo he logrado”. Al día siguiente se levantaba y la luz del día delataba los defectos y los problemas que el bombillo de 100 vatios de su habitación no le había dejado ver: su creación no era lo que la noche le había mostrado y de nuevo aparecía frustrado.

Seguía mirando con envidia y ojos de soñador desmentido a los demás artistas de su cuidad: “quisiera lograr esos ojos”, “quisiera poder manejar los colores así” y, de nuevo, seguía copiando las creaciones de otros. Sí, esos otros habían perfeccionado su técnica pero sus resultados no eran maravillosos para su sentir.

Pasaron unos años más y el pintor seguía teniendo los mismos problemas con sus creaciones: no se sentía artista. Cierta noche, mirando hacía el horizonte que mostraba la cuidad dormida, con un manto de luz de luna cubriéndola y unas cuantas luces del los insomnes titilando a lo lejos, sumergido en un llanto rabioso que pronto escapó de la nostalgia, sentía que quería escapar, escapar donde los vicios del artista educado lo dejaran tranquilo y renunciar a lo que había hecho toda su vida y decidió, con un esfero de plástico desechable y media hoja de un cuaderno cuadriculado, plasmar su despedida: un dibujo enigmático, diferente a lo que había echo toda si vida y que por su sencillez y perfección le secó sus lágrimas y, de pronto volvió a sentir eso que sintió cuando hizo su primer dibujo: el de su padre tratando de bajar ese balón de fútbol del árbol de enfrente. Se dio cuenta de que esos dos únicos dibujos, con pocas reglas estéticas y muchísima pasión, tenían una única cosa que los demás no tenían: su interioridad, su vivencia fresca y sincera. No fueron obras creadas, no fueron obras inventadas, fueron obras que tocaron a la puerta del corazón del pintor y pidieron ser pintadas.

El pintor quería escapar y escapó hacía su propio yo, se olvidó de las críticas, de las reglas. Llegó a su destino: el verdadero arte, el de interpretar y significar las vivencias más próximas. ¿De qué sirve pintar la más hermosa de las lunas o el mejor de los paisajes si nunca fuiste guiado por esa luz cuando estuviste perdido o no te manchaste, estando niño, las rodillas de los pantalones con esos pastos?




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También buscaré un escape boceteado. Por eso este pintor se ausentará por semana y media. Voy en busca de inspiración vital, abrazo fuerte y orden emocional. Sí, un pequeño escape.

sábado, septiembre 10, 2005

Salvaje Vs. Salvaje II

Desde que su amada fue arrebatada de sus brazos. Él, el salvaje, sigue en búsqueda de otro salvaje, el salvaje civilizado culpable de la muerte de su compañera. Los años no han pasado en vano: la larga cabellera ha desaparecido junto con el maquillaje de su rostro, y su desnudez fue afectada por sus viajes alrededor del mundo buscando ese hombre blanco que le quitó sentido a su corazón y a su hábitat. Lleva en su cuello el único recuerdo material que tiene de ella, un collar hecho de esos metales raros que crecen en sus selvas que, hasta hace veinticuatro años, eran vírgenes.

Su único pensamiento es la venganza, pero su mirada ya no es de furia, pues la sabiduría del dolor y el recorrido por el mundo, a pie, han sido las circunstancias que le han ayudado a entender que la furia es el peor compañero de la venganza. Ahora, él tiene que pensar tranquilamente, calcular sus movimientos y planear qué hacer cuándo vea a ese hombre del cual quiere deshacerse.

Su delgado, pero aún fuerte cuerpo, ha viajado desde encima del lomo de los elefantes hasta en la parte trasera de un camión, también ha aprendido varias lenguas y ya sabe cómo distinguir quién es de fiar y quién no. Todo es producto de la incansable búsqueda del tesoro más preciado: la tranquilidad de su corazón, cuyos lamentosos latidos le despiertan en las noches exigiéndole unas cuantas lágrimas que le den un pequeño baño a su afligida alma.

En una noche, con sus pies descalzos y ampollados sobre el frío pavimento, en frente de un local de accesorios baratos de una selva de cemento desconocida, vio ese rostro blanco que todas las noches le recuerda el motivo de su travesía. Se queda mirándole fijamente sin decirle nada, con esa misma mirada penetrante que asusta. No habla para esperar el idioma del asesino. El hombre blanco se voltea, lo ve de arriba abajo y le pregunta:

¿Qué me miras? ¿Qué pasa? ¡Vete de acá! ¡Largo!

El hombre de las selvas continúa en silencio provocando más y más gritos del salvaje civilizado:

¿Acaso no me estás oyendo? ¿Sabes con quién te estás metiendo?

El hombre desesperado y ya un poco asustado desenfunda su arma: una Mágnum 45 plateada con cabo de marfil de los elefantes que hace más de dos décadas cazaba en el hogar del viudo, la misma que cantó en contra de su compañera con notas graves y sostenidas que no hacían armonía con sus agudos gemidos de agonía. Todas esas imágenes llegaron a su cabeza, que ahora, luego de tantos años, pensaba con frialdad y seguía en silencio.

¿Habla? ¿Qué es lo que quieres?


El silencio del semidesnudo hombre se rompió y dijo:

Sólo quiero que la paz regrese a mi corazón y que el alma de mi amada descanse en paz y, si su alma no existe, entonces que mi recuerdo de ella no sea su cara inmersa en el dolor de una de tus cobardes balas en su vientre, donde estaba nuestro hijo que ya tenía dos meses de vida al interior de su madre.

El hombre abrió los ojos como si no supiera de qué le estaban hablando y dijo:

¿De qué hablas? A la única persona que he matado no era ni siquiera una persona enteramente, era una mujer salvaje que ni idea tenía de lo que era la vida, sólo gritaba y miraba como un animal asustando a su depredador.

Empezó a reírse despiadadamente y continuaba con su peyorativo discurso:

Y su pareja, un hombre parecido a ti, desnudo con más pelo que un simio y tampoco sabía gesticular una palabra. Un salvaje, sí, un par de salvajes era lo que eran esos dos.

Los ojos del vengador se enrojecieron, y expulsaron unas cuantas lágrimas tímidas cargadas de una mezcla explosiva de rabia, tristeza y la certeza de que por fin había encontrado el asesino de su amada y de su hogar. Gritó:

Has dicho tus últimas palabras salvaje civilizado. ¡LÁSTIMA QUE NO FUERON SABIAS!

Más rápido que el ojo civilizado, ese salvaje, que parecía un simio en sus días más jóvenes, se movió tan rápido como una pantera y clavó su lanza en el pecho del hombre blanco, la hundió hasta que los gritos sorprendidos de su víctima fueron ahogados por la sangre que salía de su boca y hasta que sus ojos empezaron a mirar hacia el lugar al que irá después de que su respiración cese.

La compañera del salvaje y su hijo de dos meses han sido vengados y el corazón de un guerrero de la venganza ha descansado.

¿Y ahora qué?


lunes, septiembre 05, 2005

Famoso Desconocido


Érase una vez un mago, un hombre capaz de obrar de manera inteligente. Sus padres, los cuatro elementos. Sus hijos los fenómenos naturales. El mediador entre los elementos y la tierra. El mundo estaba a sus pies y sólo la mente y corazones humanos les eran difíciles de controlar. Era adorado por infinidad de naciones, aclamado por los niños, sublimado por las adolescentes, respetado por los adultos y considerado un maestro al ojo del anciano sabio de cada familia. Cada uno de sus poderes siempre traía como consecuencia una desgracia frenada, un milagro potenciado, un dolor evitado, un crimen resuelto y muchas almas tranquilas. No había quejas, no había detractores de sus acciones. Todo era perfecto, sólo que nunca ha podido dominar el corazón y la mente de los humanos, así, pensaba él, podría eliminar malos pensamientos e intenciones de unos contra otros, eliminar todo aquello que la Humanidad detestaba de sí misma. Evitar una venganza, hacer las veces de cupido y lograr la tan anhelada “Paz en la tierra”. Muchas eran las maravillas que este gran mago hacía por los hombres; era un superhéroe de lo místico, la magia al servicio de la humanidad. Sabía cómo satisfacer necesidades pero no podía adivinarlas. Uno más de los poderes anhelados, si tan solo pudiese adivinar lo que los demás quieren o necesitan pare ser felices o al menos para ser comprendidos, podría ayudar a muchas personas y, hasta de pronto, podría enamorarse más fácilmente, pues entre sus poderes no poseía la extroversión para cortejar a una dama o ganar amigos. Todas y cada una de sus cualidades, lo hacía un famoso desconocido.

La soledad de los demás era solucionable pero la suya no. No se diferenciaba en mucho de los otros superhéroes que las tiras cómicas o el séptimo arte han creado.
Alguna vez un anciano, de esos que saben más de lo que su cuerpo puede aguantar auguró:
“El héroe dejará de serlo por intentar ser héroe”.
Su nieto, su único escucha en ese momento le contesto:
“Abuelo, lo que es bueno nunca dejará de ser bueno”.

Dicen los que saben y los que cuentan cuentos que su afán de ayudar tratando de conocer los secretos de los corazones y mentes humanas lo llevó a la desesperación, tanto así que llegó hasta el punto de acudir a uno de esos magos de los que hablan las malas lenguas, magos que su olor no los deja salir, su imagen no los deja mostrarse y su sabiduría es tan peligrosa como un cuchillo en manos de un vengador. El mago de esos, a cambio de unas cuantas cosas que nunca se supo qué eran, le otorgó el poder de controlar y adivinar lo que desea cada uno de los corazones y las mentes humanas. Todo fue perfecto, cambió las mentes de lo malos, avivó los corazones de los tristes, hizo las veces de cupido, y desvaneció el mal juicio entre los hombres. Nada podía salir mal.

Cierto día, caminando por una de las calles de ese mundo que había construido gracias a sus deseos, advirtió que los demás lo miraban con algo de desprecio. El se preguntaba:
“¿Pero qué pasa? Sí yo les di paz, armonía, buenos sentimientos, buenos deseos, buenas intenciones. No existe la maldad en sus corazones ni en sus mentes, ¡Yo las erradiqué!”

El anciano le contestó:
“Amigo, tu intención es buena pero tu acción es mala. Adivinaste que mi hijo quería un auto nuevo y se lo diste, entendiste que el alcalde necesitaba capital para sus obras de embellecimiento urbano y se los proporcionaste, te diste cuenta que Juan se enamoró de María y ahora están casados. ¡Todo eso está muy bien! Pero en realidad nos despojaste de ilusiones, de la satisfacción de alcanzar las cosas por nuestros propios medios, nos robaste el libre albedrío, la posibilidad de arrepentirnos, de aprender de nuestros errores. Nos vendiste la falsa ilusión de que el mal no existe, sabiendo muy bien que sin él, el bien no puede ser tampoco. No es vida buena lo que nos has dado, sólo le compraste la tranquilidad al mago de esos. ¿Y cuánto te costó?”

El mago que otrora fue héroe y que ahora deseaba volver a ser un famoso desconocido le contestó:
“simplemente le di mi egoísmo”.

El viejo y el niño tenían la razón.

jueves, septiembre 01, 2005

Null


Conozcan a Null, un nuevo robot realizado con múltiples tecnologías recogidas de todas partes del universo de las emociones. Null es un robot inteligentemente emocional y ahora vive en una sociedad, con sus pares, en la que las emociones, antes humanas, han sido estandarizadas y cada reacción ha sido programada para una forma específica de acción. Gracias a los avances de las neurociencias de la prehistoria de esa raza, es decir, nuestra actual humanidad, se han podido descubrir algunas razones por las que las personas tenían conflictos tan grandes y habían tantas peleas y guerras entre una raza que supuestamente se cuidaba a sí misma. Luego de varias investigaciones antropológicas, se llegó a la conclusión de que la razón más frecuente de todo ello era que, a cada fenómeno, le correspondían diversas interpretaciones que, las más de las veces, chocaban las unas con las otras, provocando resentimientos y el recurso a la famosa tolerancia que no era más que la indiferencia disfrazada de virtud.

Esta sociedad ya tiene más de 4.000 años de existencia y nunca ha habido una guerra o diferencias entre religiones y políticas, sencillamente porque ya desaparecieron; su existencia se reduce a las bases de datos de las bibliotecas y la guerra no es más que una reproducción simbólica en los escenarios deportivos.

¡Qué belleza, la utopía de todos los tiempos ha sido realizada! ¡Por fin la paz perpetua ha sido alcanzada! Lo único malo es que desde hace cuarto mil años, no hay nuevos filósofos, no hay producción literaria, sólo hay un género de música, no hay artistas y la ciencia parece haberse estancado.

lunes, agosto 29, 2005

Salvaje vs. Salvaje


Su vestido es su piel; sus armas son sus manos, sus pies y un cuchillo; su luz es la oscuridad y la claridad su descanso.

La única mujer que conoció fue su compañera y amiga, que fue asesinada por el hombre civilizado, que para su pensamiento es el hombre salvaje.
Él y la selva son uno solo. Ahora, el mismo hombre que mató a su mujer es quien está matando a la selva con su progreso.

Sus ojos inyectan el miedo en quien lo mira y confianza en quien lo entiende. Es un hombre con una bestia adentro y esa bestia se llama venganza.

lunes, agosto 22, 2005

Paranoia y Pinceles


Era una noche como muchas con pocas nubes. Pero estas eran nubes como muchas aunque había pocas. Gracias a eso, la luz de una luna como pocas era mucha y totalmente libre esa noche y se colaba fuertemente por la ventana de Arnulfo, proyectando las mismas tres barras sobre la almohada de su cama. Una cama que no era del todo suya, pues no era el primero que dormía ahí y tampoco era el último. Pero esa noche y muchas anteriores había sido su cama.

Todas las noches Arnulfo se encontraba consigo mismo realizando en una que otra maroma antes de acostarse: revisaba cada parte de su habitación para cerciorarse de que todo estuviera en orden antes de dormir: revisaba que su puerta estuviese bien cerrada; que su cama estuviese bien tendida; que sus brazos de metal estuviesen brillantes; que la boina que le había dado su ex - compañero de guerra estuviese en su cabeza; que el hombre que todas las noches le robaba sus sueños geniales no estuviese ahí, flotando en la ventana del quinto piso esperando a que Arnulfo se rindiera ante el cansancio; que sus pinceles mágicos que hacían que las cosas que él creaba se volviesen reales estuviesen totalmente limpios, sin una sola gota de tinta que pudiese escurrirse y causar algún estrago artístico.

Pero esta no era una noche como muchas noches. El ladrón de pensamientos no estaba, pues un temblor de tierra lo había espantado; ese mismo movimiento sísmico había destendido la cama y ahora eran cuatro barras que se proyectaban sobre la almohada; el temblor también había hecho que la boina probara el polvo de ese cuarto. La puerta chirriaba escandalosamente evaporando la sensación de estar seguramente cerrada y los pinceles… los pinceles.
“¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES?”

Gritaba con fuerza Arnulfo y con sus brazos metálicos empezó a darle vueltas a cuanto mueble se atravesaba y a rasgar las paredes acolchonadas de su cuarto. Daba tumbos, su cara se enrojecía hasta llegar a un tono de furia y continuaba gritando:

“¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES?”

Siempre gritaba sólo seis veces. Eran seis pinceles.

Su cara se tornó húmeda en un río de sudor y lágrimas. De pronto empieza un monólogo: “Sí, tuviste que haber sido tú. ¿No te bastó con llevarte a mi compañero de combate? ¿Acaso no es suficiente una pesada condena de metal macizo en cada una de mis extremidades superiores? ¿Acaso no te son suficientes mis pensamientos y sueños que robas cada noche? ¿Qué pasa? Me das un don y luego me lo robas. Pago todo este caro precio para poder crear un mundo nuevo a cada tanto con esos pinceles que intercambiaste por mis sueños y mi tranquilidad. ¡No es fácil pintar con brazos tan pesados!"

Los pinceles descansaban todas las noches en el lavamanos y la acción de este demonio dador de dones y devorador de ilusiones hizo que estos cayeran todos en el retrete y escaparan por la tubería hacia un desagüe hasta las manos de dos niños indigentes distraídos y juguetones.

“¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES? ¿DÓNDE ESTÁN MIS PINCELES?”

Los gritos se hacían más fuertes y los reclamos al demonio de su consciencia eran más intensos. Las lágrimas estaban por agotarse y el sudor era tan ácido que el pecho y la espalda empezaban a arder. Agotado de tanto gritar Arnulfo decide dejar de respirar. Su delirio lo mató y la casualidad de un enfermero en turno da la noticia:

“el loco de la seis está muerto, el loco de la seis está muerto, el loco de la seis está muerto, el loco de la seis está muerto, el loco de la seis está muerto, el loco de la seis está muerto”

Sí, también repite seis veces, a manera de homenaje y con mejillas húmedas. Arnulfo era su amigo y le había pintado más de una realidad con sus dibujos extraños e imposibles de interpretar. Arnulfo era mensajero de emociones y su demonio, que era su Dios al mismo tiempo, era la creación de una mente perturbada por una esquizofrenia controlada hasta la pérdida de los pinceles. A la larga resultaron ser mágicos.

lunes, agosto 15, 2005

Amigo leído

Todas las noches, desde hace dos años, Héctor dejaba plasmados sus días en el exilio de la introspección en algún lugar retirado de su agitado pasado en unos cuantos pedazos de papel que había traído de la civilización de la que había escapado. Ya eran casi diez años de una vida ermitaña. Sólo se acompañaba de sus escritos y las ocurrencias de una enfermedad mental que se avecinaba producto de su abuso de algunas sustancias y de la falta de contacto con la realidad efectiva. Le acompañaban un pantalón, una camisa blanca, sus anteojos que ya casi no servían porque su miopía era muy avanzada, unos cuantos libros de novela y filosofía y un lápiz que agonizaba por el uso frecuente. Héctor había escapado a los veinte años de casa y su rastro se había perdido. Ahora, en sus tempranos treinta, cuando el cuerpo está más que acostumbrado a la soledad, extraña el contacto humano de sus primeros amores, sus padres y el abrazo de sus amigos. Pero aún así, sabía que su decisión era la de estar solo y su orgullo no se la dejaría cambiar. Por eso, para apaciguar su soledad silenciosa, le escribe unas cuantas palabras a ese amigo que ha estado con él desde hace dos años, cuando el silencio y la soledad se empezaron a hacer más fuertes: esos pedazos de papel que alcanzó a recoger de su escritorio antes de su afanada y desesperada huida. Pero no le escribe a sus propias letras sólo para apaciguar las ocasionales tristezas sino porque su cuerpo le ha avisado que el exilio no ha sido muy amable con los pulmones y el corazón. Una queja prende la alarma y Héctor por fin decidió en qué usar sus últimas fuerzas: en dedicarle una despedida a su único amigo:

Querido amigo:

Sí, eres mi amigo. Aunque a veces eres el receptáculo de mis peores vituperios frente a la vida, frente a los que me sacan la piedra y frente a las cosas del mundo que me golpean, eres mi amigo. El amigo perfecto, pues coincides con mis juicios, mis equivocaciones y mis rabietas, como también con mis alegrías y, como un superyó, portas mi látigo y lo sacas al aire cada vez que quiero castigarme, así como ese espejo que cargas en el bolsillo que me hace ver bello en momentos de gloria. Por eso también eres mi compañero. Me regalas tu silencio y tu vacuidad para llenarlos de espacios con todos los matices y todas las canciones que nadie oye y que pocos leen. Conoces mis secretos profundos y duermo tranquilo porque no tienes ganas de revelarlos.

Alabas mis escritos inmaduros y mis elogios banales a las cosas que otros ven distintas. Entiendes que una página alegre puede llegar a valer más que cuarenta cuartillas llenas de rabia. Eres permanente y constante, aguantas mis ausencias y soportas mis sobrecargadas visitas. Eres el mejor psicólogo, pues en la repetición de las frases me das a entender lo que está mal, lo que está bien y hasta lo que no puedo conocer en mi cabeza.

Me conoces desde hace casi dos años. Pero me describes como si me conocieras de toda la vida. Eres el vivo reflejo de lo que nunca he querido, de lo que siempre he soñado y, al mismo tiempo, de lo que no conozco de mí. Me conoces mejor que yo. No eres mi “alter ego”, pero sí mi interioridad hecha letras vacías y letras llenas.

martes, agosto 09, 2005

Detective


Un hombre de ropas finas y oscuras, con anteojos punzantes y curiosos, recorre inquietamente los ademanes de aquel que está en frente suyo; su pensamiento navega entre líneas por las historias de su interlocutor; sus oídos tratan de captar el color de una emoción y el espesor de una palabra.

El interlocutor cambia su respiración y su discurso se acelera emocionadamente: los motivos se convierten en caballos de batalla y disculpas perfectas; los “peros” son las culpas de otros sembradas en la cara de ese personaje que está siendo investigado. Un silencio incómodo dispara vituperios y extrañezas en un ambiente que simplemente reclama por una frase que aliviane la carga de un juicio, un prejuicio o un recuerdo que ha sido revelado en una caja de memorias cuyo fin es dejar que la repetición haga su efecto y la resonancia de un afecto sea capaz de poner al detective en el lugar perfecto para decir: “Ajá… es ahí dónde está lo que hemos estado buscando durante estos cuarenta meses de análisis señor Fonseca”

A veces lo psicólogos somos eso, detectives del pasado ¿Qué será de nosotros en un futuro? Es posible que andar navegando entre tantas historias sea capaz de darnos motivos para crear fantasías en las que aquello que resuena en cada uno de nosotros sea al camino para darnos cuenta de que nuestra historia a veces se esconde en la curiosidad de escuchar a otros. ¿Qué detective no encuentra en su investigado algo de él mismo? Este es un homenaje tardío a aquellos pacientes (psiquiátricos) que, en pocas sesiones, me enseñaron tantas cosas de mí. Sin ellos no me hubiese dado cuenta de que primero tenía que meterme en mi cabeza para estar entrenado adecuadamente en el arte de ser un detective de afectos perdidos y un cazarecompensas de la tranquilidad tardía de aquellos que su historia se oyó mil veces sin tener sentido. ¿Quiénes son en realidad “los “locos”?

viernes, agosto 05, 2005

La luz sobre mi camino.


Pocas veces la realidad corresponde con los sueños. Pero muchas veces, la realidad, que a veces nos da tan duro, es reemplazada por la ilusión. Sí, gracias a mi musa inspiradora es que la realidad y la fantasía a veces parecen convivir juntas dejándome claro que el espacio más tranquilo es en su seno.

Afortunadamente mi vida ha sido una vida muy fácil y tranquila. Sin embargo, como todos, he tenido momentos en los que ni siquiera hubiese querido haber nacido y que sentí que pocas eran las soluciones y que las alternativas para estar tranquilo se agotaban.

En muchas de esas ocasiones, aquella voz y aquellas manos que me dan aliento siempre llegaron. Un pequeño regaño, un “Power mi bebé” o simplemente un abrazo hacen que sea posible que el mundo se acerque a aquello que soñamos en las noches: estar felices.
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Los posts dedicados a mi musa me ponen muy nervioso y espero con ansia lo que ella pensará al leerlos. Este escrito se lo regale hace un mes (el día en que celebramos nuestro amor), en el que sentí que mis más dolorosos pasos siempre eran nimiedades acompañadas de efimeros vientos que no se comparaban con su presencia

miércoles, agosto 03, 2005

El cuento más...*


Érase una vez, una persona, que dizque de gran corazón, que intentaba hacer cuentos. Él, - sí, era un hombre - decía, o más bien pensaba, que no era capaz de tal cosa. Un día, simplemente se sentó en frente de su clon (computador, suele ocurrir que alguien no sepa lo que esto signifique) y empezó a contar algunas historias, de pronto se dio cuenta de algo... “definitivamente creo que no sirvo para esto”, se dijo a sí mismo. Y definitivamente no se supo si servía o no para aquello.

Después de unas cuantas horas se le ocurrió escribir una pequeña historia de amor, pero no le pareció una buena idea. Luego decidió hablar de aventuras, pero tampoco le gusto esa idea, además para eso esta Hollywood, ¿o no? En fin, tantas vueltas le dio a este asunto que termino escribiendo un cuento sobre... nunca se supo. Demoró escribiéndolo muchas horas, tenía muchos personajes e historias que ni por tu imaginación y la mía juntas podrían pasar.

Una vez escrita la pequeña obra de arte, decidió darla a conocer a un selecto grupo de amigos y conocidos, todos y cada uno de ellos leyó el cuento sin parar, como quien coge un tarro de galletas hasta que lo termina y queda con ganas de más, el cuento resulto fascinante, y lo sorprendente era que cada persona demoraba muy poco tiempo leyendo aquel cuento con tantos personajes e historias que ni por tu imaginación y la mía juntas podrían pasar.

Con el pasar del tiempo cada persona que la leía se daba cuenta que aquel hombre que decía, o más bien pensaba, que no era capaz de hacer cuentos, era todo un maestro para dejar pensando a quien leyera dicho cuento, pues al terminar de leerlo la gente quedaba mirando hacia el cielo, pensando en quién se sabe qué cosas.

La fama de este fabuloso cuento creció tan rápido, que los críticos más famosos, las personalidades más reconocidas de todas partes dieron la mejor impresión que algún día un cuento hubiese podido recibir. Los comentarios acerca del cuento circulaban de una manera increíble, además era un cuento para todas las edades, todos los humores, todas las razas, todas las profesiones, todas las culturas, todos los temperamentos, en fin un cuento para todos los todos y un cuento para todas las todas. Era una verdadera obra de arte.

Una vez alguien muy sabio dentro del ámbito de la literatura universal, se atrevió a definir el cuento y su brillante definición fue: “Este cuento es el cuento más largo escrito con muy pocas palabras”.

Al escuchar dicha definición del cuento, éste se escribió en uno de los lugares mas visibles de la ciudad en donde nació nuestro escritor estrella, y cada persona de cualquier edad, de cualquier humor, de cualquier profesión, de cualquier cultura, de cualquier temperamento, en fin, de cualquier cualquiera de todos los cualquiera, se detenía el poco tiempo que el cuento exigía para su lectura y decía en vos alta: “Érase una vez un niño y su mejor amigo, sentados a la orilla de un rió preguntándose el porqué de las cosas. Fin”
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*Este fue el primer cuento que escribí. Espero les guste.

viernes, julio 29, 2005

Guerrero confundido



Este es un adelanto de mi próximo blogg.. Escrito e ilustrado por mí también.

Tiempo eterno sin vista al horizonte y con miles de caminos por tomar. Sin embargo, la quietud sedentaria y cómoda seduce al cansado, perezoso e indeciso caminante. Por momentos la bravía lo lleva al destino de la incertidumbre sin miedos y con la espada desenfundada. No obstante, cuando los vientos son desalentadores, se refugia en la incomprensión de aquellos que no lo dejan mostrarse y le niegan la oportunidad de ser un caminante forjador de historias.

Culpa, desinformación y un pequeño complejo de inferioridad son sus obstáculos pero, al mismo tiempo, bien manejadas, son sus únicas armas. Dependiente independencia, esa es la paradoja del caminante que va solo pero que necesita compañía para poder seguir su rumbo. El mañana se acerca con pruebas que no sabe hasta dónde vayan, pero se compromete a soportar la incertidumbre y viajar en una soledad acompañada.

lunes, julio 25, 2005

Domando la bestia


¿Quién no se ha encontrado a sí mismo con el dolor de darse cuenta que hay algo ahí adentro que se sale de control y hiere sin medida? Una extraña sensación de desconocimiento y los residuos de la ira se voltean automáticamente contra un yo sorprendido por un brazo que se estiró más de la cuenta o una palabra desmedida que se fue más allá del entendimiento y la cordialidad.

Raúl, luego de encontrarse una situación perturbadora, se sumergió en una batalla campal contra su amor de toda la vida: Yanira. Pero no una batalla campal de puños, garras y objetos lanzados como en las mejores peleas conyugales de nuestra popular Latinoamérica, pero sí una batalla llena de palabras rápidas, audaces (para el atacante) y estúpidas (para el agredido) y, siempre, sin sentido escuchado o intención entendida por ninguno de los dos.

Raúl, nació y creció en una cultura en la que la violencia intrafamiliar era vetada por todas las instancias conservadoras y liberales de la sociedad; por lo tanto, empujones, cachetadas y sacudidas con intención de agredir no eran su estilo a la hora de entrar en una discusión caliente y desesperada con algún ser humano. Claro, comportamientos como ese eran mucho menos esperados en una discusión con el amor de su vida.

La conversación, o mejor la retórica batalla campal fue subiendo poco a poco de tono y temperatura: las cabezas dolían, las pupilas se dilataban, la respiración aumentaba al igual que el ritmo cardiaco, lo músculos se tensionaron y empezaron a sentirse tiesos; las palabras pasaron el límite de la estupidez (para el que las recibía) y de la audacia (para el que las emitía) alcanzando la mordacidad y la voracidad simbólica de ganar una pelea que, en realidad, nunca existió.

La desesperación en la cabeza de Raúl hizo que su cuerpo empezara a transformarse lentamente: su pelo se alargó, sus dientes se afilaron, sus ojos tomaron la forma amenazadora y su mentón se tornó puntiagudo tal cual monstruo de esas películas que no eran de su total agrado. Así como su cuerpo, su fuerza también se volvió agresiva y peligrosa y su descontrolado brazo alcanzó el hombro de su amor Yanira, empujándola con tal fuerza que ella se extrañó de la metamorfosis de aquel que, hasta ahora, lo máximo que había hecho era gritarle un par de veces si acaso. El miedo en Yanira aumentó y se confundió con la perplejidad de notar que aquel ser al que sólo podía ver con ternura ahora era la fuente de su miedo, miedo de ser abrazada, miedo de ser tocada. Ahora, no quería otorgarle ningún privilegio a ese hombre que hoy se convertía en una terrible bestia de nubladas intenciones.

En realidad, Raúl no sufrió ningún cambio físico. Sin embargo, durante tres días, con sus noches, cada vez que cerraba los ojos veía a su amada, en cámara lenta, siento sacudida por su brazada vulgar, brusca y descontrolada; también veía esa hermosa cara tornada en una expresión de incertidumbre amalgamada con algo de angustia, rabia, indignidad y deshonor. No, Raúl no sufrió ninguna metamorfosis. No obstante, cada vez que recuerda este gesto en el angelical rostro de Yanira, no le queda otra a su psique y corazón que imaginarse como el peor de los monstruos.

Sólo el llanto ahogó la bestia que salió en ese memento y el perdón de Yanira cerró la jaula de ese terrible y peligroso ser que yace en las profundidades de un hombre que perdió el temor a llorar en frente de su amada para poder reconciliarse con el niño que le temía, no al monstruo debajo de su cama, sino a la bestia domada bajo su estable sí-mismo.

Aún hoy, luego de varias lunas, Raúl se disculpa en silencio con Yanira por medio de sus besos y sus caricias que prometen garantizar que la bestia será cuidada con recelo y pasión.

jueves, julio 21, 2005

Tres pasos*


Acababa de llegar a la tierra donde nació. Con el primer paso recordó todo lo que en esta tierra, alejada de la civilización, había vivido. Vio cómo el tiempo era un lugar etéreo donde su vida había habitado, donde ahora habitaba, y donde hasta el final de sus días, de seguro iba a habitar.

Al dar el segundo pasó encontró en su memoria a todas esas personas que había dejado el día que se marchó en busca de un “futuro mejor”: sus amigos de copas, su madre, su hermano, sus enemigos y Angélica, su primer y único amor. Sí, Angélica la única mujer que lo aceptó tal y como era.

A nuestro amigo todas las mujeres de aquel pueblo (sí, era un pueblo) se le acercaban, pero lo que querían era tener algo con su hermano mayor, que era el hombre con la mejor pinta del lugar: tenía ojos color miel, piel morena característica del trópico en que vivía, era alto y fuerte. Pero a éste no le interesaba ninguna mujer del pueblo excepto Angélica, la mujer con el cuerpo más bello del pueblo, los ojos más hermosos del país y la cara más tierna del mundo (que le hacía justicia a su nombre). Además, su cuello era perfecto: estaba en perfecta proporción con su cuerpo y era el mejor mostrador para las más hermosas joyas, esas que sólo su padre, el hombre más rico del pueblo, podía comprar. Y es que este hombre tenía mucho dinero, tanto que se sentía con el derecho de escogerle el “mejor partido” a su hija, por esa razón angélica aún no tenía un novio.

Como se imaginarán, nuestro amigo, al que sólo se le acercaban las mujeres por interés, no daba la talla, pues era de baja estatura, flaco, vestía sencillo, sus ojos no albergaban sino esperanza mas no ambición y mucho menos tenacidad, sus manos apenas podían tocar en una vieja guitarra unas canciones cuyas letras nunca se habían escuchado en el pueblo, pues nuestro amigo, con el nombre más común del mundo era mudo.

Se llamaba Juan, vivía en una modesta casa con su hermano y su madre viuda a causa de la violencia, pues su esposo murió en la guerra que había entre los ricos del pueblo que luchaban por tener hegemonía en la región.

Queriendo que las letras de sus canciones se escucharan, esas letras que su memoria albergaba en el silencio y su guitarra acompañaba, se acercó a Angélica como ningún otro hombre del pueblo lo había hecho, es decir, sin ningún ánimo de cortejarla, simplemente se acercó y le extendió su mano con una nota que decía:

ANGÉLICA:

MI GUITARRA ESTÁ CANSADA DE CANTAR SOLA, PIDE A GRITOS UNA VOZ QUE INTERPRETE LAS CANCIONES QUE POR AÑOS SE HAN MANTENIDO EN EL CLOSET DEL SILENCIO, EN EL CUARTO DE SAN ALEJO DE LA MÚSICA QUE MI BOCA NO PUEDE EMITIR.

Los ojos de Angélica se abrieron, prevenida procuró asegurarse que ésta no fuera una maniobra más para engatuzarla, por eso no le dio respuesta inmediata. Desafortunadamente, la espera y los asedios de todos los pretendientes, lograron que Angélica olvidara la existencia de aquella proposición.

Un día, al salir de su casa angélica encontró la guitarra del mudo del pueblo en la puerta con una nueva nota:

ANGÉLICA:

AUNQUE NO PUEDO CANTAR HE AFINADO MI GUITARRA CON EL SONIDO DE TU VOZ QUE ESTÁ GRABADO EN MI MENTE, EL “MI” DE TUS CANCIONES LE DA A MI BOCA LA ÚNICA EXPRESIÓN DE FELICIDAD QUE YO PUEDO EMITIR: UNA SONRISA. NO PRETENDO ENAMORARTE, PUES SE QUE NECESITARÍAS QUE TODO EL DÍA TE DIJERA CUÁN HERMOSA ERES Y ESE NO SOY YO; NECESITARÍAS UN HOMBRE FUERTE QUE TE AYUDE A CRUZAR LAS CALLES DEL PUEBLO, ATESTADAS DE LOS CABALLOS Y LAS CARROZAS DE LOS COMERCIANTES QUE HAY EN TODOS LADOS, Y ESE NO SOY YO; NECESITARÍAS DE ALGUIEN CON VOZ QUE TE DIGA QUE TE AMA Y ESE NO SOY YO.

Angélica comprendió la desesperación del frustrado cantante, accedió de inmediato a su petición y se convirtió, nada más y nada menos, que en la voz del mudo del pueblo. Pasaron los años y la música los unió como amigos y el silencio como amantes, pues nunca se dijeron nada, ya que las “condiciones” les impedían amarse.

Las letras de las canciones del “cantante mudo” como le llamaban en el pueblo, se hicieron famosas y llegaron a ser conocidas en la capital. El artista partió en busca de la fama a promocionar sus letras y su música, pero partió sin su voz: Angélica, pues su padre no permitía que una hija suya fuera blanco de los chismes de las viejas del pueblo y de las revistas de farándula.

Nuestro amigo tuvo éxito, pero poco a poco sus canciones fueron desplazadas por un grupo de quinceañeros bien habidos que compraron la posibilidad de estar en el mercado.

Así fue como el hombre que había dejado su tierra, a su madre, a sus amigos de copas, a sus enemigos y a su primer y único amor, hoy, al dar el tercer paso, su hermano le recibe con un fuerte abrazo de condolencia y con la noticia de que Angélica, a quien nunca le comunicó su amor, luego de que él partiera, confesó su amor por él mudo del pueblo al celoso padre, y este, con afán de apartarla de todo recuerdo del mudo y del pueblo, la mandó con sus parientes del extranjero. Allá en tierra lejana, Angélica, presa de la depresión, se quitó la vida, pero antes, le dejó una nota:

ME CONTAGIÉ DE TU SILENCIO Y NUNCA TE DIJE CUANTO TE AMABA MI JUAN.

FIN.
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*Este cuento está recuperado del desván de mi memoria, de mis escritos tempranos de adolescencia tardía. Siempre pensé que apenas pudiese lo publicaría y hoy una pequeña promesa se cumple. (Escrito en el 2002)

miércoles, julio 20, 2005

Describirte para descubrirte



Como siempre, las palabras me fueron insuficientes para describirte y las imágenes volvieron a mi rescate ante la escasez de las letras que no se conjugaban lo suficientemente bien para encargarse de plasmar un corazón guerrero y tierno, un alma bondadosa y una mente hábil pero sencilla y práctica.

Intenté con poemas, con retratos ensayados, con canciones inconclusas, con serenatas desafinadas y con uno que otro intento histriónico que caía con la vergüenza característica de un niño al que su madre obliga a actuar en frente de los familiares que quieren ver cómo es que el niño canta.

Poco a poco me fui dando cuenta de que, tal vez, quisiera encontrarte desde adentro y plasmé con lápices de colores la figura de lo que los ojos de mi memoria estaban viendo: una mujer de fuerte abrazo, mirada coqueta pero determinada, figura provocadora y estable, una espada cargada de justicia, rabia y amor; la perfecta combinación entre la feminidad de mi amante, la tenacidad de una mujer y la sensible autoridad de una maestra. Intentado describirte, te descubrí.

Compañera de batallas y mi contrincante en algunas, nuestra guerra y nuestra paz, son la tensión y la armonía colaborándose la una a la otra para lograr el abrazo constante, el beso eterno y el futuro plasmado en la esperanza de una vida juntos.

La musa de las palabras de mis pinturas y los garabatos de mis escritos eres tú:
La musa del pintor de palabras.


Dedicado a la mujer que hace posible que pinte una y mil palabras
Dianita O. Mi bebé (Bemi-be)

martes, julio 19, 2005

Pintor de palabras



Desde chico acostumbró a plasmar sus sentimientos en palabras. Una carta a mamá en el día de las madres o en su cumpleaños, una servilleta le servía de lienzo para sus primeras obras maestras. “te quiero mamá” o “te quiero hermanita” y así por cada uno de sus tíos, abuelos y hasta mascotas.

En su adolescencia, las preguntas y sus encuentros con su cuerpo, sus ilusiones, sus envidias, sus celos y su primer amor, le pidieron a gritos que por favor llenara hojas de papel con letras que dejaran escapar todo lo que su cabeza, corazón y cuerpo no eran capaces de manejar.

Pero además de sus amigas las palabras, las imágenes de su mente exigieron representación para los ojos de sus confidentes y sus desconocidos. Quiso mostrar cómo su mundo interior se hacía exterior y, al estilo del mejor de los compositores, logró en silencio la perfecta armonía entre imágenes y palabras que acompañaban sus sentimientos. Ocasionalmente, una canción fue la banda sonora de sus cuentos, sus cartas, sus críticas, sus pensamientos, sus paisajes, sus rostros, sus colores, sus monocromías y policromías, sus dolores, sus pasiones, sus frustraciones y sus amores.

El grafito, las acuarelas, los lápices de colores, las tintas de sus plumas y las impresiones de sus obras se convirtieron en una historia jamás contada que todos los días es contada.

Cada noche, el pintor de palabras pinta un paisaje deprimido, un rostro volcánico o un insomne desesperado en busca de historias que remplacen sus sueños. Lo pinta con palabras o lo redacta con pinceladas o trazos testigos del amor propio, el amor por la vida y todos aquellos sentimientos que lo armonizan o lo desestabilizan con respecto al lugar en el que le tocó nacer.

Te presento al pintor de palabras que con sus historias y sus imágenes espera regalarle un poco de sentido a la próxima imagen que veas, ya sea tu perro jadeando, la mujer a la que amas durmiendo o a tu madre acercándose por el umbral de tu hogar: también espera donarle a la próxima carta que escribas una sonrisa o un paisaje adecuado.

Att: El Pintor de palabras.