lunes, agosto 15, 2005

Amigo leído

Todas las noches, desde hace dos años, Héctor dejaba plasmados sus días en el exilio de la introspección en algún lugar retirado de su agitado pasado en unos cuantos pedazos de papel que había traído de la civilización de la que había escapado. Ya eran casi diez años de una vida ermitaña. Sólo se acompañaba de sus escritos y las ocurrencias de una enfermedad mental que se avecinaba producto de su abuso de algunas sustancias y de la falta de contacto con la realidad efectiva. Le acompañaban un pantalón, una camisa blanca, sus anteojos que ya casi no servían porque su miopía era muy avanzada, unos cuantos libros de novela y filosofía y un lápiz que agonizaba por el uso frecuente. Héctor había escapado a los veinte años de casa y su rastro se había perdido. Ahora, en sus tempranos treinta, cuando el cuerpo está más que acostumbrado a la soledad, extraña el contacto humano de sus primeros amores, sus padres y el abrazo de sus amigos. Pero aún así, sabía que su decisión era la de estar solo y su orgullo no se la dejaría cambiar. Por eso, para apaciguar su soledad silenciosa, le escribe unas cuantas palabras a ese amigo que ha estado con él desde hace dos años, cuando el silencio y la soledad se empezaron a hacer más fuertes: esos pedazos de papel que alcanzó a recoger de su escritorio antes de su afanada y desesperada huida. Pero no le escribe a sus propias letras sólo para apaciguar las ocasionales tristezas sino porque su cuerpo le ha avisado que el exilio no ha sido muy amable con los pulmones y el corazón. Una queja prende la alarma y Héctor por fin decidió en qué usar sus últimas fuerzas: en dedicarle una despedida a su único amigo:

Querido amigo:

Sí, eres mi amigo. Aunque a veces eres el receptáculo de mis peores vituperios frente a la vida, frente a los que me sacan la piedra y frente a las cosas del mundo que me golpean, eres mi amigo. El amigo perfecto, pues coincides con mis juicios, mis equivocaciones y mis rabietas, como también con mis alegrías y, como un superyó, portas mi látigo y lo sacas al aire cada vez que quiero castigarme, así como ese espejo que cargas en el bolsillo que me hace ver bello en momentos de gloria. Por eso también eres mi compañero. Me regalas tu silencio y tu vacuidad para llenarlos de espacios con todos los matices y todas las canciones que nadie oye y que pocos leen. Conoces mis secretos profundos y duermo tranquilo porque no tienes ganas de revelarlos.

Alabas mis escritos inmaduros y mis elogios banales a las cosas que otros ven distintas. Entiendes que una página alegre puede llegar a valer más que cuarenta cuartillas llenas de rabia. Eres permanente y constante, aguantas mis ausencias y soportas mis sobrecargadas visitas. Eres el mejor psicólogo, pues en la repetición de las frases me das a entender lo que está mal, lo que está bien y hasta lo que no puedo conocer en mi cabeza.

Me conoces desde hace casi dos años. Pero me describes como si me conocieras de toda la vida. Eres el vivo reflejo de lo que nunca he querido, de lo que siempre he soñado y, al mismo tiempo, de lo que no conozco de mí. Me conoces mejor que yo. No eres mi “alter ego”, pero sí mi interioridad hecha letras vacías y letras llenas.

6 comentarios:

Alvaro Rolando dijo...

Amigo Jose, me gustó mucho la historia introductoria, hasta podría decir que me leí un poco en la persona de Héctor. Me llamó la atención que le cuento refleja soledad, una gran soledad, un extrañamiento del mundo, pues abandonó todo para refugiarse en los libros, en su diario, en sus desgastadas gafas que no le dejan ver ya, ha perdido visión. Tenaz, me da un poco de claustrofobia.

Un saludo, y chevere, de lo mejor. El dibujo está super hermano!

Anónimo dijo...

Serenidad y aceptación se palpan en las letras de Hector, a sabiendas de que esa carta nunca tendra respuesta, aunque si será leída, ...lo fue mientras fue escrita.

Excelente.

Anónimo dijo...

La combinación de la imagen co el inicio del relato en primera persona es muy atractivo. Y creo que hay tanto por contar al tratar de narrar. Siempre con un querido amigo.

Dra. Kleine dijo...

Wuooo.
realmente el análisis de lo que narra es enteramente descriptivo. Me gusta cuando lo haces de esa manera.
Si. Reitero lo que comenta A.R. El dibujo te sale de esa mente diestra y buena!

Csar A. dijo...

Jose, al leer este post me vino a la cabeza el primer trabajo "serio" de escritura que me di a elaborar; se trataba de una pequeña novelita en forma de diario en la que sólo quería registrar las aventuras adolescenciales con uno de mis mejores amigos, uno de esos que sabes que permenecerán ahí sin oportunismos hasta el día en que, de estar ahí, cogerán de una manija tu ataud...Él lo conserva, pues en realidad era una carta extensa agradeciéndole su compañía durante esos años vertiginosos.
Suerte Jose, me gusta su escrito.

Dr. Phyloel dijo...

Gracias a todos. Este escrito, además de ser un homenaje a muchos escritores que se encuentran consigo mismos en sus escritos, es una especie de agradecimiento a un archivo que lleva dos años de existencia en mi computador y que se alimenta de mis vivencias a Diaro.

Alvaro: Cómo le dije en alguna ocasión, la soledad es un tema muy interesante y, además, es uno de los mejores compañeros de los escritores. (creo que muchos blogeros están de acuerdo conmigo)Pues casi siempre escribimos en soledad así ese no sea nuestro estado permanente.

Aquel Eric: Creo que la serenidad de cuando hice ese dibujo me ayudó a escribir esta historia. También, mi archivo es la fuente de mi tranquilidad en muchas ocasiones y creo que también matuvo a héctor en muchas ocasiones.

g.kleine: tus comentarios me halgan mucho y me dan motivos para entender que fue una muy buena decisión hacer públicos mis escritos y "distrabes literarios". Creo que en la descripción nos descubrimos como cuando hablaba de mi musa insipradora.

César: Me parece aún más agradable poder ser el gatillo de buenos recuerdos.

De nuevo gracias a todos los que se dedican unos cuantos minutos a leerme y comentarme y a aquellos que en silencio me aplauden

Un brochazo para todos.