viernes, julio 29, 2005

Guerrero confundido



Este es un adelanto de mi próximo blogg.. Escrito e ilustrado por mí también.

Tiempo eterno sin vista al horizonte y con miles de caminos por tomar. Sin embargo, la quietud sedentaria y cómoda seduce al cansado, perezoso e indeciso caminante. Por momentos la bravía lo lleva al destino de la incertidumbre sin miedos y con la espada desenfundada. No obstante, cuando los vientos son desalentadores, se refugia en la incomprensión de aquellos que no lo dejan mostrarse y le niegan la oportunidad de ser un caminante forjador de historias.

Culpa, desinformación y un pequeño complejo de inferioridad son sus obstáculos pero, al mismo tiempo, bien manejadas, son sus únicas armas. Dependiente independencia, esa es la paradoja del caminante que va solo pero que necesita compañía para poder seguir su rumbo. El mañana se acerca con pruebas que no sabe hasta dónde vayan, pero se compromete a soportar la incertidumbre y viajar en una soledad acompañada.

lunes, julio 25, 2005

Domando la bestia


¿Quién no se ha encontrado a sí mismo con el dolor de darse cuenta que hay algo ahí adentro que se sale de control y hiere sin medida? Una extraña sensación de desconocimiento y los residuos de la ira se voltean automáticamente contra un yo sorprendido por un brazo que se estiró más de la cuenta o una palabra desmedida que se fue más allá del entendimiento y la cordialidad.

Raúl, luego de encontrarse una situación perturbadora, se sumergió en una batalla campal contra su amor de toda la vida: Yanira. Pero no una batalla campal de puños, garras y objetos lanzados como en las mejores peleas conyugales de nuestra popular Latinoamérica, pero sí una batalla llena de palabras rápidas, audaces (para el atacante) y estúpidas (para el agredido) y, siempre, sin sentido escuchado o intención entendida por ninguno de los dos.

Raúl, nació y creció en una cultura en la que la violencia intrafamiliar era vetada por todas las instancias conservadoras y liberales de la sociedad; por lo tanto, empujones, cachetadas y sacudidas con intención de agredir no eran su estilo a la hora de entrar en una discusión caliente y desesperada con algún ser humano. Claro, comportamientos como ese eran mucho menos esperados en una discusión con el amor de su vida.

La conversación, o mejor la retórica batalla campal fue subiendo poco a poco de tono y temperatura: las cabezas dolían, las pupilas se dilataban, la respiración aumentaba al igual que el ritmo cardiaco, lo músculos se tensionaron y empezaron a sentirse tiesos; las palabras pasaron el límite de la estupidez (para el que las recibía) y de la audacia (para el que las emitía) alcanzando la mordacidad y la voracidad simbólica de ganar una pelea que, en realidad, nunca existió.

La desesperación en la cabeza de Raúl hizo que su cuerpo empezara a transformarse lentamente: su pelo se alargó, sus dientes se afilaron, sus ojos tomaron la forma amenazadora y su mentón se tornó puntiagudo tal cual monstruo de esas películas que no eran de su total agrado. Así como su cuerpo, su fuerza también se volvió agresiva y peligrosa y su descontrolado brazo alcanzó el hombro de su amor Yanira, empujándola con tal fuerza que ella se extrañó de la metamorfosis de aquel que, hasta ahora, lo máximo que había hecho era gritarle un par de veces si acaso. El miedo en Yanira aumentó y se confundió con la perplejidad de notar que aquel ser al que sólo podía ver con ternura ahora era la fuente de su miedo, miedo de ser abrazada, miedo de ser tocada. Ahora, no quería otorgarle ningún privilegio a ese hombre que hoy se convertía en una terrible bestia de nubladas intenciones.

En realidad, Raúl no sufrió ningún cambio físico. Sin embargo, durante tres días, con sus noches, cada vez que cerraba los ojos veía a su amada, en cámara lenta, siento sacudida por su brazada vulgar, brusca y descontrolada; también veía esa hermosa cara tornada en una expresión de incertidumbre amalgamada con algo de angustia, rabia, indignidad y deshonor. No, Raúl no sufrió ninguna metamorfosis. No obstante, cada vez que recuerda este gesto en el angelical rostro de Yanira, no le queda otra a su psique y corazón que imaginarse como el peor de los monstruos.

Sólo el llanto ahogó la bestia que salió en ese memento y el perdón de Yanira cerró la jaula de ese terrible y peligroso ser que yace en las profundidades de un hombre que perdió el temor a llorar en frente de su amada para poder reconciliarse con el niño que le temía, no al monstruo debajo de su cama, sino a la bestia domada bajo su estable sí-mismo.

Aún hoy, luego de varias lunas, Raúl se disculpa en silencio con Yanira por medio de sus besos y sus caricias que prometen garantizar que la bestia será cuidada con recelo y pasión.

jueves, julio 21, 2005

Tres pasos*


Acababa de llegar a la tierra donde nació. Con el primer paso recordó todo lo que en esta tierra, alejada de la civilización, había vivido. Vio cómo el tiempo era un lugar etéreo donde su vida había habitado, donde ahora habitaba, y donde hasta el final de sus días, de seguro iba a habitar.

Al dar el segundo pasó encontró en su memoria a todas esas personas que había dejado el día que se marchó en busca de un “futuro mejor”: sus amigos de copas, su madre, su hermano, sus enemigos y Angélica, su primer y único amor. Sí, Angélica la única mujer que lo aceptó tal y como era.

A nuestro amigo todas las mujeres de aquel pueblo (sí, era un pueblo) se le acercaban, pero lo que querían era tener algo con su hermano mayor, que era el hombre con la mejor pinta del lugar: tenía ojos color miel, piel morena característica del trópico en que vivía, era alto y fuerte. Pero a éste no le interesaba ninguna mujer del pueblo excepto Angélica, la mujer con el cuerpo más bello del pueblo, los ojos más hermosos del país y la cara más tierna del mundo (que le hacía justicia a su nombre). Además, su cuello era perfecto: estaba en perfecta proporción con su cuerpo y era el mejor mostrador para las más hermosas joyas, esas que sólo su padre, el hombre más rico del pueblo, podía comprar. Y es que este hombre tenía mucho dinero, tanto que se sentía con el derecho de escogerle el “mejor partido” a su hija, por esa razón angélica aún no tenía un novio.

Como se imaginarán, nuestro amigo, al que sólo se le acercaban las mujeres por interés, no daba la talla, pues era de baja estatura, flaco, vestía sencillo, sus ojos no albergaban sino esperanza mas no ambición y mucho menos tenacidad, sus manos apenas podían tocar en una vieja guitarra unas canciones cuyas letras nunca se habían escuchado en el pueblo, pues nuestro amigo, con el nombre más común del mundo era mudo.

Se llamaba Juan, vivía en una modesta casa con su hermano y su madre viuda a causa de la violencia, pues su esposo murió en la guerra que había entre los ricos del pueblo que luchaban por tener hegemonía en la región.

Queriendo que las letras de sus canciones se escucharan, esas letras que su memoria albergaba en el silencio y su guitarra acompañaba, se acercó a Angélica como ningún otro hombre del pueblo lo había hecho, es decir, sin ningún ánimo de cortejarla, simplemente se acercó y le extendió su mano con una nota que decía:

ANGÉLICA:

MI GUITARRA ESTÁ CANSADA DE CANTAR SOLA, PIDE A GRITOS UNA VOZ QUE INTERPRETE LAS CANCIONES QUE POR AÑOS SE HAN MANTENIDO EN EL CLOSET DEL SILENCIO, EN EL CUARTO DE SAN ALEJO DE LA MÚSICA QUE MI BOCA NO PUEDE EMITIR.

Los ojos de Angélica se abrieron, prevenida procuró asegurarse que ésta no fuera una maniobra más para engatuzarla, por eso no le dio respuesta inmediata. Desafortunadamente, la espera y los asedios de todos los pretendientes, lograron que Angélica olvidara la existencia de aquella proposición.

Un día, al salir de su casa angélica encontró la guitarra del mudo del pueblo en la puerta con una nueva nota:

ANGÉLICA:

AUNQUE NO PUEDO CANTAR HE AFINADO MI GUITARRA CON EL SONIDO DE TU VOZ QUE ESTÁ GRABADO EN MI MENTE, EL “MI” DE TUS CANCIONES LE DA A MI BOCA LA ÚNICA EXPRESIÓN DE FELICIDAD QUE YO PUEDO EMITIR: UNA SONRISA. NO PRETENDO ENAMORARTE, PUES SE QUE NECESITARÍAS QUE TODO EL DÍA TE DIJERA CUÁN HERMOSA ERES Y ESE NO SOY YO; NECESITARÍAS UN HOMBRE FUERTE QUE TE AYUDE A CRUZAR LAS CALLES DEL PUEBLO, ATESTADAS DE LOS CABALLOS Y LAS CARROZAS DE LOS COMERCIANTES QUE HAY EN TODOS LADOS, Y ESE NO SOY YO; NECESITARÍAS DE ALGUIEN CON VOZ QUE TE DIGA QUE TE AMA Y ESE NO SOY YO.

Angélica comprendió la desesperación del frustrado cantante, accedió de inmediato a su petición y se convirtió, nada más y nada menos, que en la voz del mudo del pueblo. Pasaron los años y la música los unió como amigos y el silencio como amantes, pues nunca se dijeron nada, ya que las “condiciones” les impedían amarse.

Las letras de las canciones del “cantante mudo” como le llamaban en el pueblo, se hicieron famosas y llegaron a ser conocidas en la capital. El artista partió en busca de la fama a promocionar sus letras y su música, pero partió sin su voz: Angélica, pues su padre no permitía que una hija suya fuera blanco de los chismes de las viejas del pueblo y de las revistas de farándula.

Nuestro amigo tuvo éxito, pero poco a poco sus canciones fueron desplazadas por un grupo de quinceañeros bien habidos que compraron la posibilidad de estar en el mercado.

Así fue como el hombre que había dejado su tierra, a su madre, a sus amigos de copas, a sus enemigos y a su primer y único amor, hoy, al dar el tercer paso, su hermano le recibe con un fuerte abrazo de condolencia y con la noticia de que Angélica, a quien nunca le comunicó su amor, luego de que él partiera, confesó su amor por él mudo del pueblo al celoso padre, y este, con afán de apartarla de todo recuerdo del mudo y del pueblo, la mandó con sus parientes del extranjero. Allá en tierra lejana, Angélica, presa de la depresión, se quitó la vida, pero antes, le dejó una nota:

ME CONTAGIÉ DE TU SILENCIO Y NUNCA TE DIJE CUANTO TE AMABA MI JUAN.

FIN.
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*Este cuento está recuperado del desván de mi memoria, de mis escritos tempranos de adolescencia tardía. Siempre pensé que apenas pudiese lo publicaría y hoy una pequeña promesa se cumple. (Escrito en el 2002)

miércoles, julio 20, 2005

Describirte para descubrirte



Como siempre, las palabras me fueron insuficientes para describirte y las imágenes volvieron a mi rescate ante la escasez de las letras que no se conjugaban lo suficientemente bien para encargarse de plasmar un corazón guerrero y tierno, un alma bondadosa y una mente hábil pero sencilla y práctica.

Intenté con poemas, con retratos ensayados, con canciones inconclusas, con serenatas desafinadas y con uno que otro intento histriónico que caía con la vergüenza característica de un niño al que su madre obliga a actuar en frente de los familiares que quieren ver cómo es que el niño canta.

Poco a poco me fui dando cuenta de que, tal vez, quisiera encontrarte desde adentro y plasmé con lápices de colores la figura de lo que los ojos de mi memoria estaban viendo: una mujer de fuerte abrazo, mirada coqueta pero determinada, figura provocadora y estable, una espada cargada de justicia, rabia y amor; la perfecta combinación entre la feminidad de mi amante, la tenacidad de una mujer y la sensible autoridad de una maestra. Intentado describirte, te descubrí.

Compañera de batallas y mi contrincante en algunas, nuestra guerra y nuestra paz, son la tensión y la armonía colaborándose la una a la otra para lograr el abrazo constante, el beso eterno y el futuro plasmado en la esperanza de una vida juntos.

La musa de las palabras de mis pinturas y los garabatos de mis escritos eres tú:
La musa del pintor de palabras.


Dedicado a la mujer que hace posible que pinte una y mil palabras
Dianita O. Mi bebé (Bemi-be)

martes, julio 19, 2005

Pintor de palabras



Desde chico acostumbró a plasmar sus sentimientos en palabras. Una carta a mamá en el día de las madres o en su cumpleaños, una servilleta le servía de lienzo para sus primeras obras maestras. “te quiero mamá” o “te quiero hermanita” y así por cada uno de sus tíos, abuelos y hasta mascotas.

En su adolescencia, las preguntas y sus encuentros con su cuerpo, sus ilusiones, sus envidias, sus celos y su primer amor, le pidieron a gritos que por favor llenara hojas de papel con letras que dejaran escapar todo lo que su cabeza, corazón y cuerpo no eran capaces de manejar.

Pero además de sus amigas las palabras, las imágenes de su mente exigieron representación para los ojos de sus confidentes y sus desconocidos. Quiso mostrar cómo su mundo interior se hacía exterior y, al estilo del mejor de los compositores, logró en silencio la perfecta armonía entre imágenes y palabras que acompañaban sus sentimientos. Ocasionalmente, una canción fue la banda sonora de sus cuentos, sus cartas, sus críticas, sus pensamientos, sus paisajes, sus rostros, sus colores, sus monocromías y policromías, sus dolores, sus pasiones, sus frustraciones y sus amores.

El grafito, las acuarelas, los lápices de colores, las tintas de sus plumas y las impresiones de sus obras se convirtieron en una historia jamás contada que todos los días es contada.

Cada noche, el pintor de palabras pinta un paisaje deprimido, un rostro volcánico o un insomne desesperado en busca de historias que remplacen sus sueños. Lo pinta con palabras o lo redacta con pinceladas o trazos testigos del amor propio, el amor por la vida y todos aquellos sentimientos que lo armonizan o lo desestabilizan con respecto al lugar en el que le tocó nacer.

Te presento al pintor de palabras que con sus historias y sus imágenes espera regalarle un poco de sentido a la próxima imagen que veas, ya sea tu perro jadeando, la mujer a la que amas durmiendo o a tu madre acercándose por el umbral de tu hogar: también espera donarle a la próxima carta que escribas una sonrisa o un paisaje adecuado.

Att: El Pintor de palabras.